miércoles, 11 de abril de 2012

¡Navega!


Quizá algún día me mires
y ya no sea el de antes,
pero... tú jamás olvides
que mi llama siempre arde.

Cuando zarpe en mis deseos
a un mar desconocido,
que me guíe tu recuerdo.
-Un susurro entre gritos-.

Que mi alma es de navegante,
que mil puertos me esperan,
tú no temas cuando zarpe.
-Anclarse es el problema-.

Obedeciendo a mi instinto
surcaré todos los mares
sin seguir aquellos ritmos
de quien pudre su carne

anclado en el mismo puerto,
ignoto de otras brisas,
marchitando con el tiempo,
con los sueños hechos trizas.



Rafael Eduardo

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